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Sarah Mullally se convierte en la primera mujer arzobispo de Canterbury, un hito histórico para la Iglesia anglicana.

Su nombramiento se produce en medio de un cambio significativo en la iglesia, tras la dimisión de Justin Welby por un escándalo de abusos.

Publicado: 3 de octubre de 2025, 12:18

Sarah Mullally, actual obispa de Londres, ha sido nombrada como la primera mujer arzobispo de Canterbury y líder espiritual de la Iglesia anglicana, marcando un hito en la historia de esta institución de más de 1.400 años. Este anuncio fue realizado recientemente por el Gobierno británico y ha sido aprobado por el rey Carlos III. Mullally, quien será oficialmente confirmada en el puesto en una ceremonia que se celebrará en la Catedral de Canterbury el 25 de marzo de 2026, es la 106ª arzobispa de Canterbury.

El nombramiento de Mullally se produce en un contexto relevante, dado que sustituirá a Justin Welby, quien renunció tras la publicación de un informe que reveló su inacción ante numerosos abusos sexuales a menores. Welby presentó su dimisión en noviembre de 2024, efectiva en enero de 2025, después de que emergieran graves acusaciones en su contra por no informar de los abusos cometidos por el abogado John Smyth en campamentos cristianos en las décadas de 1970 y 1980. Mullally, de 63 años, tiene una trayectoria destacada en la sanidad pública y en la Iglesia, promoviendo la inclusión de las mujeres. Antes de su ordenación en 2001, fue la directora de Enfermería del Gobierno para Inglaterra, siendo la persona más joven en ser nombrada para ese cargo a los 37 años, tras haberse especializado previamente como enfermera oncológica.

Este cambio en el liderazgo de la Iglesia anglicana simboliza un profundo cambio en una institución predominantemente masculina, y Mullally no solo representa un avance en la igualdad de género dentro de la Iglesia, sino que también se posiciona como una figura clave en el discurso religioso y social del Reino Unido. En su discurso inaugural, Mullally afirmó que asume este nuevo ministerio con un espíritu de servicio y un compromiso de escuchar a los supervivientes y los más vulnerables, reconociendo la gran responsabilidad que conlleva su nuevo rol. Además, destacó la importancia de ofrecer esperanza en un mundo marcado por la incertidumbre. Al abordar el desafío que representa el escándalo de abusos en la Iglesia, se comprometió a crear un entorno donde todos se sientan seguros.