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La UE flexibiliza la prohibición de coches de combustión en medio de una lucha por la movilidad eléctrica y la presión internacional.
La reforma en la normativa de emisiones refleja la presión del sector automovilístico y la creciente competencia con China.
Publicado: 26 de diciembre de 2025, 11:15
La Comisión Europea ha decidido suavizar su prohibición sobre la venta de coches de combustión programada para 2035, en respuesta a la presión de países como Alemania e Italia que argumentan que estas restricciones son desventajosas en comparación con la competencia internacional, especialmente con China. La nueva propuesta permite a los fabricantes reducir las emisiones contaminantes en lugar de alcanzar una prohibición total de ventas de coches a gasolina y diésel, aunque aún debe ser aprobada por el Parlamento Europeo.
Este cambio ha suscitado críticas por debilitar los compromisos climáticos de la UE y promueve también el uso de combustibles sostenibles, lo que ha generado un debate sobre la verdadera intención de la UE en relación al cambio climático. A medida que la industria automovilística europea se enfrenta a una creciente competencia de marcas chinas, se plantea la necesidad de equilibrar sostenibilidad y competitividad, responsabilizando a la falta de compromiso de la UE de poner en riesgo su liderazgo en innovación.
El contexto de la decisión refleja la importancia del sector automovilístico para la economía europea, que representa un 9% del PIB, pero también ha generado inquietudes entre grupos ecologistas que advierten que la flexibilización de las restricciones podría atrasar las transformaciones necesarias hacia una movilidad sostenible.
Este cambio ha suscitado críticas por debilitar los compromisos climáticos de la UE y promueve también el uso de combustibles sostenibles, lo que ha generado un debate sobre la verdadera intención de la UE en relación al cambio climático. A medida que la industria automovilística europea se enfrenta a una creciente competencia de marcas chinas, se plantea la necesidad de equilibrar sostenibilidad y competitividad, responsabilizando a la falta de compromiso de la UE de poner en riesgo su liderazgo en innovación.
El contexto de la decisión refleja la importancia del sector automovilístico para la economía europea, que representa un 9% del PIB, pero también ha generado inquietudes entre grupos ecologistas que advierten que la flexibilización de las restricciones podría atrasar las transformaciones necesarias hacia una movilidad sostenible.