La victoria de José Antonio Kast en Chile: un eco del legado de Pinochet y un cambio en la política nacional
El ascenso del ultraderechista castiga a la izquierda y resuena con el nacionalismo y el control migratorio.
José Antonio Kast ha conseguido un triunfo significativo en las elecciones presidenciales de Chile, consolidándose como una figura clave de la extrema derecha en América Latina. Con un 58,16% de los votos, su victoria no solo representa un cambio en la dirección política del país, sino que también evoca el legado del dictador Augusto Pinochet, resonando en un electorado que prioriza la seguridad y el control migratorio.<br><br>Kast ha impulsado en su campaña un enfoque de mano dura frente a temas de migración y seguridad, captando el descontento hacia la izquierda, la cual ha sido criticada por no cumplir con las expectativas de cambio tras el estallido social de 2019. Su ascenso al poder marca un punto de inflexión en la política chilena, presentándose como el defensor de un orden y valores tradicionales que se oponen a las fuerzas de izquierda. Su victoria se alinea con una tendencia global del extremismo de derecha, generando vínculos con líderes de esa corriente en otros países de la región, incluyendo el apoyo del presidente argentino Javier Milei, quien expresó su “enorme alegría” por el triunfo de Kast.<br><br>La estrategia de Kast, enfocada en temas de seguridad, economía y migración, ha ampliado su atractivo entre los votantes y se prevé que su gobierno se enfoque en políticas represivas para contener la migración irregular y la violencia. En su primer discurso tras conocerse los resultados, Kast declaró: "Chile necesita orden en las calles, en el Estado, en las prioridades que se han perdido". Ha prometido medidas como la construcción de cárceles de máxima seguridad y un mayor despliegue militar en las fronteras, reflejando la presión creciente de la violencia vinculada al crimen organizado.<br><br>A pesar de su conexión con el legado de Pinochet, Kast ha moderado su discurso en las últimas semanas, evitando condenas directas hacia la dictadura y presentándose como el candidato de la unidad y el cambio. Además, ha evitado detallar cómo planea implementar recortes drásticos en el gasto público, con el objetivo anunciado de ahorrar 6.000 millones de dólares en los primeros 18 meses de su gobierno. A pesar de la euforia en su bando, hay un escepticismo significativo sobre la viabilidad de llevar a cabo sus ambiciosas promesas.<br><br>En el ámbito internacional, su victoria también ha sido celebrada por líderes de la ultraderecha global. Marco Rubio, secretario de Estado de Estados Unidos, subrayó las áreas de colaboración mutua en materia de seguridad y comercio, reflejando una alineación en políticas entre ambos países. Esta conexión internacional se extiende también a encuentros y colaboraciones con otros líderes conservadores, fortaleciendo la red de la ultraderecha en la región.<br><br>La transición de poder está programada para el 11 de marzo, cuando Kast asumirá formalmente la presidencia, señalando un cambio claro en un país que durante muchos años ha oscilado entre la izquierda y la derecha. Sin embargo, su camino no será fácil, ya que enfrentará un Parlamento dividido, donde la reacción de la oposición y su capacidad para gobernar sin mayoría absoluta serán factores decisivos para el éxito de su administración.